Se acerca el equinocio, el invierno está ya, una vez más, a la vuelta de la esquina y tengo la extraña sesación de que este año, se ha adelantado al calendario entrando en mi vida por la ventana abierta que tengo para que se escape el tiempo que ya no paso contigo.
Abro el armario y saco la ropa de verano, y la subo al camarote para cerrarla bajo llave y bajar a su vez la de invierno, la del frío.. siempre he sido muy rara para estas cosas y nunca he cambiado la ropa antes de los equinocios, pero este año, el equinocio, para mi, ha llegado antes de lo previsto.. porque bueno, esta vez el otoño no ha transcurrido como había previsto, nada ha ocurrido como había previsto..
No es el cambio de año, no son las navidades, no son las vacaciones.. es el invierno en si el que me gusta, no lo que trae con él. El frío anda por las calles de esta ciudad que para mi ya ha perdido el nombre, pues lo unico que me recuerda su nombre, es cuando decías que vendrías a verme, que querías venir.. que querías estar conmigo en mi ciudad.
La nieve cubre las calles con finas capas de blanco, que no serán tan finas en unas semanas.. es un aviso. El viento del norte, del mar que se extiende a unos kilómetros, azota con fuerza y firmeza.. congela para algunos, para mi sana.
Y bajo a mi casa, para meter la ropa al armario y colocarla. Mis abrigos, las botas de monte, los calcetines gruesos, pantalones vaqueros estrechos y que abrigan, camisetas largas, guantes y bufandas.. y me visto, atando los cordones de las botas y sentándome frente al espejo para colocarme la bufanda, lo justo para que cubra el cuello.. dejando la cara libre para recibir los golpes del aire. No enfundo las manos en guantes, pues el tabaco se filtra en ellos y no se quita. Salgo a la calle, que está desierta, pues nadie sale a la calle un martes a las casi doce de la noche, cuando ya la temperatura a bajado tanto, que hasta las farolas dudan si iluminarse y la nieve ha comenzado a helar.
Al salir del portal el cambio es brusco y el frío entra por los huecos libres de la camiseta, sanando las heridas de mi piel.. y deseo no tener piel, para que el frío entrara directamente al corazón y lo sanara, momentaneamente, por unos segundos.. pero que lo sanara. Y respiro profundamente, cogiendo todo el aire que puedo.. y lo siento recorrer mi boca, bajar por mi pecho y llenar mis pulmones.. esa sensación que tanto molesta a la gente, que protegidos por la bufanda, evitan resfríar el frío.. pero a mi no me molesta, es de las pocas sensaciones que consigue aliviarme, que me golpea con tanta fuerza que me impide pensar en ti.. al menos de momento. Y suspiro con fuerza y determinación, expulsando el aire, ya caliente de mi. Mientras que mi sangre pide a gritos nicotina y derivados, y pienso.. ¿Por qué no complacerla? Y las manos salen de los bolsillos, agarrando el paquete de tabaco con una, y el mechero con la otra.. porque ya no puedo encender el cigarro con zippo.. me recuerdan tanto a ti, aunque no te gustaran, aunque odiaras que fumara.. me recuerdan tanto a ti.
Y llevo el cigarro a la boca, para con la otra mano, entumecida por el frío para algunos.. sanada para mi, intenta encenderlo, pero no prende, hace tanto frío, que hasta el fuego del mechero tiene miedo de salir y suspiro desencantado, intentandolo de nuevo.. y nada, será que el frío no quiere que fume, como cada año, pues no solo cambio de ropa también cambio de formas.. invierno es el mes de las cerillas.. que siempre prenden,
y guardo el mechero, pero saco la caja de cerillas.. para deslizar una por el canto de la caja y sentir el calor.. que abre las heridas como si de un rayo prendiendo un bosque se tratase.. y lo enciendo, sintiendo el humo recorrer el mismo trecho que recorrió el aire frío.. aliviando como siempre, calmando los gritos de mi sangre.. envenenándola a largo plazo, condenándola... pero sanándola en el momento.
Y comienzo a caminar, tirando lo que queda de la cerilla lejos, caminando hacia el parque que recorro todos los días, sentándome en uno de los bancos que me siento siempre, sanando mis piernas, que cansadas de soportar el peso de mi alma día y noche, están heridas. Y me dejo caer en el banco, disfrutando de las últimas bocanadas de veneno para algunos.. medicina para mi.
Pero mi mente vuela.. el frío no la sana, no a mi mente, pues separada de mi cuerpo, vuela junto a ti, viéndote, tumbada en la cama.. durmiendo, bloqueada por el cristal de mi razón para no meterse en tus sueños.. y averiguar, lo que ya se.. que no sueñas conmigo.
Y el calor vuelve a invadirme, abriendo las heridas, trayendo consigo el dolor, la rabia.. la desolación de la mano de la desesperación.. y tiro el cigarro lejos, a una alcantarilla, que se pierda en las cloacas, pues tu voz resuena en mi cabeza quitándome las ganas de fumar.. con tus argumentos, pues.. eras el único capaz de hacer que quisiera dejar de fumar. Y me levanto del banco, pues de nuevo me invaden los recuerdos.. hace semanas me mandaste un mensaje que consiguió pararme el corazón y elevarme al cielo.. y yo justo estaba sentada en ese banco. Y enrrosco mis dedos en el pelo tirándo de él.. intentando arrancarme tu recuerdo, golpeando con fuerza mi cabeza contra la dura piedra de la gran catedral que se levanta delante de mi. Aturdiéndome.. mareándome, para caer al suelo medio inconsciente, en medio de ese jardín que tanto soñé recorrer contigo.
Y de pronto la oscuridad de la noche se torna día, y ya no siento frío, ni calor ni dolor. Te veo, de pie, junto a mi, tendiéndome la mano para que me levante y me incorporo, tumbada todavía sobre ese jardín, mirándote, contemplándote.. mientras me sonries y te acercas, para agacharte y acercar tu mano a mi. Que no dudo en cogerla, con la esperanza de que me lleves contigo, de que me saques de ese vacío, de que nos quedemos en este paraíso que no se muy bien que es... pero no me importa, estás conmigo. Y cuando mis dedos rozan tu mano, en un éfimero sentir de tu piel.. vuelve la oscuridad.. el frío.
La cabeza me da vueltas y llevo una de mis manos, que incapaz de moverse, acaricia mi frente, para sentir el recorrer de la sangre que emana de la herida, y suspiro, dándome la vuelta en el suelo, para hundir mi rostro en la nieve, sintiendo ese frío en estado puro acariciándome la cara, calmando el dolor de la cabeza, para dar paso al dolor de mis pulmones que gritan pidiendo aire y les hago sufrir, pues a pesar de estar ahogándome fisicamente, sigo respirando, y la nieve me alivia.. mucho. Pero cedo.. y me levanto, para apoyarme en la pared de la catedral, recuperando ese aire que ya no tiene sentido desde que tu aliento no me acompaña.
Miro al cielo.. es una noche estrellada, una noche preciosa para algunos, mortal para mi. Pues tu rostro se dibuja en las estrellas.. no hay lágrimas que afloren por mis ojos.. el frío las ha congelado, sin embargo mi corazón llora sin control alguno. La respiración se acompasa con los latidos y la cabeza deja de dar vueltas, me separo de la pared y comienzo a caminar, sanado por el frío, sin dar tumbos.. dándome cuenta, de que ni el dolor físico es capaz de aliviar mi alma..
Y llego a casa, entrando con cuidado, no quiero despertar a nadie y dejo la bufanda sobre la mesa, quitándome toda la ropa, pues ahora el calor grita y la ropa no ayuda. Me pongo el pijama y entro en las sábanas nuevas.. las viejas tenían demasiados recuerdos tuyos y las quemé, aunque no sirvió para nada, pues todo está en mi mente y sigue en ella, sin salir, sin darme pausa ni descanso...
He intento dormir, pero no puedo, porque no estás conmigo y desvío mis pensamientos a otra parte, a otra persona, hecho, momento de mi vida.. pero nada consigue dejar que deje de dar vueltas y vueltas.. hasta que como cada noche me resigno y pienso en ti, en que me abrazas, en que nada pasó y sigues conmigo.. y se que es la mayor mentira que jamás esperé conseguir creerme.. pero, una vez más, como cada noche.. consigo conciliar el sueño, sueño provocado por una mentira, estabilidad provocada por una mentira, calma traida por una mentira... pero al menos.. consigo dormir.